La mayoría de las economías del G-20 han entrado efectivamente (o pronto lo harán) en la zona roja de la recesión, empujadas violentamente por la pandemia de coronavirus. Por consiguiente, las columnas más recientes de Wine Economist se han centrado en analizar los impactos económicos directos de esta crisis en la industria del vino.
Espero que el análisis les haya resultado útil para pensar en la situación actual ¡Los acontecimientos se han sucedido tan rápido que es difícil (¿tal vez imposible?) mantenerse al día!
La columna de hoy da un paso atrás y analiza los importantes efectos secundarios - el contagio económico - que también deberían tomarse en consideración. Aquí se proporcionan una breve exposición de los impactos de tres fuerzas: los tipos de cambio, la actividad online, y los viajes y el turismo.
Por Mike Veseth*
El billete verde también aumenta
El shock de la propagación mundial del coronavirus produjo una carrera de retirada hacia la seguridad - o cualquier cosa que remotamente se asemeje a la seguridad - en los mercados financieros. Como en crisis anteriores, esto significa un aumento de la demanda de dólares estadounidenses y de activos denominados en dólares impulsada por una combinación de confianza en la economía y las políticas de los Estados Unidos, una falta de confianza en otros agentes económicos o un simple deseo de máxima liquidez y es que el factor liquidez tiene un efecto enorme en este momento.
El valor del dólar, por lo tanto, ha aumentado fuertemente. La sabia decisión de la Reserva Federal de ampliar las operaciones de intercambio de dólares con los bancos centrales extranjeros ha ayudado a reducir la escasez de dólares y a aumentar la liquidez, pero el problema fundamental sigue existiendo.
Un dólar fuerte hace que las importaciones sean más baratas para los compradores aquí en los Estados Unidos y este hecho será importante si el valor de cambio persiste. El vino importado será relativamente más competitivo en términos de precio una vez que el humo se despeje. Estas son buenas noticias para los consumidores, pero un jarro de agua fría para los cultivadores y productores nacionales. Porque, por el contrario, las exportaciones estadounidenses de vino -que se han vuelto todavía más importantes debido al excedente de vino nacional- serán más difíciles de vender debido a la fortaleza del dólar.
El vino a granel procedente de Argentina es increíblemente barato para los compradores americanos y la fortaleza del dólar ha contribuido a ello. El peso argentino se cotizaba a más de 64 pesos por dólar a finales de la semana pasada, por ejemplo, en comparación con los 42 pesos de un año antes, lo que supone un cambio drástico. No obstante, hay varios factores que entran en juego aquí, aparte del coronavirus, que representó quizás el 25% de la depreciación de la moneda.
El aumento del dólar ha erosionado el valor de cambio del euro y de la libra esterlina, pero sus mayores repercusiones se han notado en las monedas de los mercados emergentes. Esto es especialmente importante porque estos países piden prestado en dólares americanos, por lo que el coste en moneda local de la deuda externa se magnifica cuando el dólar se fortalece.
Frágil es la palabra que yo elegiría para describir los mercados emergentes de hoy. México, por ejemplo, se encuentra frente a una posible crisis sanitaria y a una crisis económica porque dependen de las exportaciones de petróleo, cuyo valor ha caído drásticamente, además de enfrentarse a posibles problemas de deuda interna y externa debido a la fortaleza del dólar. Argentina se enfrenta a los mismos problemas, salvo al de las exportaciones de petróleo, pero a niveles más altos.
Incluso si los países desarrollados son capaces de estabilizar sus economías, como están tratando de hacer con políticas monetarias y fiscales verdaderamente heroicas, la naturaleza frágil de los mercados emergentes representa un riesgo para la estabilidad económica mundial.
En los libros de texto se dice que un dólar al alza no es malo ni bueno... es un conjunto de beneficios y costes económicos, oportunidades y riesgos ¡Los riesgos reciben mi atención de manera muy especial estos días, porque ya estamos en el punto de máximo riesgo económico que podemos asumir en este momento!
¿Hay una App para esto?
Yo lo llamo el “efecto aumento”. Cuando dentro de unos años miremos atrás hacia la crisis del coronavirus sospecho que una conclusión que sacaremos es que, mientras que hubo nuevas tendencias que emergieron tanto en los negocios como en la sociedad, el efecto principal fue la magnificación y aceleración de ciertos patrones que ya estaban ahí.
Las pantallas y las interacciones online eran ya un factor importante, especialmente entre la gente más joven que no es capaz de recordar un mundo sin ellas. La sustitución de las experiencias en persona por el Internet se ha visto fuertemente fomentada por las prácticas de aislamiento adoptadas a raíz del coronavirus.
¿Volverán los espectadores de cine a abarrotar las salas en el mismo número de antes cuando la crisis haya pasado? ¿O decidirán, incluso más que en el pasado, que las pantallas pequeñas están bien? Sospecho que todas las industrias del deporte y el entretenimiento están observando atentamente para ver qué pasa después.
Asimismo, muchos consumidores habrán hecho por primera vez un pedido de comida online durante el período del coronavirus. Algunos nunca lo harán de nuevo, pero otros decidirán que es una facilidad que vale la pena y continuarán con estos hábitos.
¿Adquieren los compradores del supermercado la misma cantidad de vino cuando compran en persona que cuando compran por Internet? No he visto datos estadísticos sobre esta pregunta, pero sospecho que la cuota online es menor. Los aspectos regulatorios son los culpables en algunos casos y la dificultad de llevar la "experiencia del lineal del vino" al ámbito online es el responsable en otros.
¿Qué sucede con el vino cuando una comida servida en un restaurante se convierte en una entrega a domicilio? Puede que el comensal siga bebiendo vino, pero es probable que sea un vino diferente y probablemente más barato. Algunas bodegas dependen mucho de las ventas a los restaurantes y esto será un problema particular para ellos, y por supuesto, para los restaurantes, quienes se enfrentan a la pérdida de ingresos.
A nadie le sorprende que las ventas a domicilio de Amazon.com hayan aumentado durante el período del coronavirus. Si la hipótesis del “efecto aumento” es correcta, significaría que esto es sólo la punta del iceberg y las ventas de vino se verán afectadas.
[No] En la nueva senda
Algunos de los impactos económicos más graves de la crisis del coronavirus se han producido en los sectores del turismo y la hostelería. Al menos una aerolínea internacional ha quebrado ya y nadie se sorprenderá si hay más fracasos empresariales. La situación se vuelve aún más oscura si se considera la entera cadena de suministro: vuelos en tierra, billetes de avión cancelados, grandes y pequeños proveedores de piezas y equipos en serios apuros, etc. Las consecuencias serán amplias y profundas.
Por otra parte, los restaurantes y hoteles han comenzado a cerrar y, por supuesto, este sector también genera efectos en su propia cadena de suministro que empieza con los empleados directos y se extiende hasta todas las empresas (incluido el vino, por supuesto) que suministran los bienes y servicios que necesitan para funcionar bien.
Y luego está la industria de los cruceros.
¿Qué pasará con los aviones, trenes, barcos, hoteles, resorts, restaurantes, centros de convenciones, etc. una vez que la crisis sanitaria haya pasado y la recesión siga su curso? Ciertamente el sector reemprenderá su actividad, pero ¿será lo mismo? ¿O la gente decidirá que no necesita moverse tanto ni tan lejos ni tampoco pasar tanto tiempo expuesta a grandes multitudes?
¿Cómo de fuerte será el previsible retorno hacia lo local en detrimento de lo global y el movimiento hacia la actividad online frente a la realizada en persona? Estas prácticas ya estaban presentes, aunque adoptadas de manera desigual dependiendo del sector.
Viendo la situación desde mi posición como profesor universitario, siento que este puede ser un momento crítico para algunos sectores. Muchos colegios y universidades, por ejemplo, han sustituido la enseñanza presencial por la educación online durante el resto del presente año académico. Se supone que es un cambio temporal, sólo hasta que la crisis del coronavirus haya terminado y que entonces volverá a la normalidad.
Pero si el aula en línea funciona razonablemente bien, ¿será posible volver completamente a las viejas prácticas? ¿O cambiará la naturaleza de la educación superior? He visto muchos programas de postgrado que tenían un componente online significativo antes de que el coronavirus atacara. Ahora más gente adoptará la tecnología y es probable que se extienda al conjunto de la educación superior.
¿Esto lo cambia todo?
Puede que el vino no sea el sector que sufra el mayor impacto por parte de la doble tendencia local/online, pero necesitará ajustarse a ellas. El turismo del vino ha surgido como una industria importante, especialmente en la década posterior al comienzo de la Gran Recesión. La Organización Mundial del Turismo de las Naciones Unidas (OMT) patrocina reuniones anuales sobre el turismo del vino a nivel mundial (la reunión de 2020 está previsto que tenga lugar en Alentejo, Portugal, a finales de este año) que contemplan este tipo de turismo como una herramienta de desarrollo económico, así como un área de negocio rentable.
¿En qué medida se verán afectados el turismo del vino y las industrias asociadas si el turismo global/presencial es sustituido en gran medida por el local/online? Es demasiado pronto para decirlo, como la mayoría de las cosas relativas a esta crisis. Pero es importante vigilarlo.
Artículo completo en https://wineeconomist.com/2020/03/31/beyond/
* Mike Veseth es editor de The Wine Economist y autor de varios libros sobre economía del vino como Wine Wars (2011), Extreme Wine (2013) Money, Taste & Wine: It's Complicated (2015) o Around the World in Eighty Wines (2017). Veseth es también profesor emérito de Economía Política Internacional en la Universidad de Puget Sound (Washington)